Autorretrato: Hielo y Fuego

Dicen que para forjar una espada tan importante es el fuego como el hielo. Un elemento no puede utilizarse sin el otro en el proceso para que el acero quede bien templado. Está claro que a priori, puede no tener ninguna relación ni con la fotografía ni mucho menos con el autorretrato, pero os aseguro que así es, al menos en mi caso.

Verse a sí mismo no es fácil.

Y no me refiero al tiempo que pasamos delante del espejo mientras nos lavamos la cara, maquillamos o nos peinamos. Se trata de vernos de verdad, bien sea dedicándonos unos minutos frente a nuestro reflejo o utilizando el arte, la fotografía en este caso. Solemos sonreír a pesar de no estar alegres, tendemos a mostrar siempre nuestro “lado bueno”.

Y, ¿por qué?

Pues he llegado a la conclusión de que, en gran parte, es por estas dos razones – y cada uno seguro que encontramos más. Pero las más importantes, las que más pesan, las que se encuentran en el fondo de nuestra alma, (allí donde pone un cartel que dice “sigue buscando en el fondo”); allí están: Primero para contentar a los demás o, lo que es lo mismo, para no preocuparles, para no amargarles. A la sociedad le molesta la tristeza, le molesta todo aquello que no es estar bien, así que, automáticamente nos ponemos la máscara de la felicidad permanente y ¡a seguir!

Por otro lado, el otro motivo es porque, al igual que a la sociedad en general, a nosotros mismos nos molesta ver qué se cuece en nuestro interior, vernos de verdad. A menudo, veo a gente que rehúsa meditar, que huye de una terapia psicológica a pesar de necesitarla, porque a veces, nos es tan difícil soportar todo aquello que va mal en nuestra vida, que ponemos parches, tapamos la adversidad, nos escondemos de nosotros mismos.

El autorretrato no es sino un espejo que muestra tu verdadero ser. Te muestra a ti mismo, te muestra el ser único y peculiar que eres, con tus virtudes y con tus defectos. Te muestra lo perfecta que es tu creación.

Para mí ha sido, mejor dicho, está siendo una increíble terapia el poder conocerme a mí misma a través de mi cámara. No se trata de plantarme delante del objetivo, hacer click y ¡listo!. Es más complejo que ésto. Os resumiré cómo empieza y termina el proceso creativo del autorretrato según mi experiencia.

Una espada se forja combinando fuego y hielo. Pues yo soy el fuego, como os decía. Y mis emociones están en constante ebullición. Para canalizarlas, no se me ocurrió mejor manera que pensar en lo que me evoca cada emoción y buscar una imagen creativa para expresarlo.

Para ello, creo un tablero de inspiración, bueno, los modernos ahora lo llaman un “moodboard”, así que vamos a llamarlo así, que yo también soy moderna, ja, ja, ja.

Simplemente se trata de hacer un poco de investigación y buscar imágenes, objetos, colores, etc. todo aquello que tenga relación con aquello que quieres plasmar en la imagen final.

Para el autorretrato, después del moodboard, busco los elementos que me falten que pueden ser telas, algo de attrezzo, maquillaje si la imagen lo pide… Como estoy “empezando”, intento echar mano de aquello que ya tengo o se lo pido prestado a mi círculo para ahorrar dinero. No todo va a ser gastar. Después de ésto, hay que pensar las poses. Aquí, señores, es donde me bloqueo más. Para acertar tanto con la pose como con la expresión debo estar muy concentrada. Debo conectar con esa emoción que me llevó al proceso creativo, debo encender de nuevo ese fuego que encendió la hoguera de la creatividad. Probamos el encuadre y los planos que mejor funcionan, la iluminación y ya viene la sesión de fotos. Rara es la sesión en la que haga menos de veinte tomas para conseguir “la foto”. Pero eso está bien, me lo tomo como un juego.

Jolín, ¡parece mucho trabajo! Lo es, doy fe. Puede que os preguntéis, pero, Carmen, ¿Cómo te calmas haciendo fotos? Parece extraño, ¿verdad? Debo confesar que no sé muy bien cómo ocurre, pero es así.

Viendo la imagen final, autocrítica a parte en cuanto a la técnica y resultados (mi yo perfeccionista de “mierder” sale a la luz siempre, je, je); me veo a mí misma, tal cual soy. Empiezo a entender el porqué de esa furia o de esa tristeza tan intensas y comienzo a crear un discurso con tono compasivo. A través del autorretrato, me pongo en el lugar de terapeuta y empiezo a sanar la herida alejándome del papel de víctima y adoptando el de persona que tiene el control de sus emociones.

Para mí este proceso de templado, el verme a mí misma a través de mi cámara, me ayuda a hablar de aquello que me cuesta. Me brinda la oportunidad de comunicarme de forma asertiva con el mundo. No olvidemos que la imagen es un lenguaje y éste es universal. Es la espada que empuño para luchar contra mi mayor enemigo, mi mente.

 

Un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *